Muerta en Vida
Ella estaba ahí, de pie, al lado del cuerpo inerte, parecía muerto, mientras una línea delgada de sangre se esparcía por el suelo a cuadros blancos y negros delimitando el camino a la cocina, donde seguramente estaba el resto de la colección de cuchillos a la cual le faltaba, aquel gigante de más de 15 centímetros de largo que Bianca tenía en su mano derecha.
Ella estaba perpleja, de repente sus ojos dejaron salir unas pequeñas lágrimas y no era que estuviera triste, de hecho su mente estaba casi en blanco, solo pensaba en que aquel hombre al que había acabado de matar no le iba a hacer falta a nadie, era un inútil trabajador de una empresa de mensajería sin familia y con un vida lo suficientemente infeliz como para querer seguir viviendo de una forma tan desagradable, que incluso antes cree que agradeció que ella lo hubiese elegido como una más de sus víctimas, su insignificante vida no es nada realmente a la vida digna que ella ha construida en su más sensata soledad.
Una vida con metas, con dinero, con lujos sin problemas pero con soledad, con la cual le había tocado identificarse para no perecer rápidamente, sabía que tenía que ser una mujer fuerte y pasar por encima de todo aquel que le estorbara en su camino; tenía clar
o que era una mujer hermosa, con clase y una elegancia inminente, innata, un persona que había nacido para ser reconocida a nivel mundial, para ser triunfadora en el mundo de los negocios, una persona que siempre como principal objetivo tendría que conseguir dinero y tener a los mejores hombre rendidos a sus pies.
De repente, el hombre abriendo los ojos, la hizo sobresaltar; no estaba muerto, aún agonizaba mientras pensaba en lo desgraciada que era su vida de pobre, pero preocupado a la vez por su esposa y sus tres hijos a los que, era claro, no podía abandonar de buenas a primeras, pues no tendrían con que subsistir, su esposa no conocía la cruel realidad que se vivía en un trabajo mal remunerado e incluso en la calle que se volvía más oscura y peligrosa entrada las horas de la madrugada, no podía dejarse morir.
Él, fijamente miraba a Bianca y la maldecía, se arrepentía cada segundo que pasaba por haber caído en las manos de una mujer que para él aparentaba ser de buen corazón y nada interesada en lo poco que él le podía ofrecer, despreciaba el hecho de que fuera una mujer de doble personalidad que hasta tal punto le hubiera hecho creer que era una mujer decente y con principio morales, ahora solo el desprecio de saber que solo lo quería matar la hacia ver como el monstruo más grande e impensable y un ser humano despiadado del que no se podía fiar, del que se debía desconfiar en la noche y en el día y hasta de sus gestos de amabilidad y sus palabras de amor que seguramente envolvían a más de uno, por la sutileza con que salían.
Bianca agarró el cuchillo con más fuerza y pensaba clavarlo de nuevo para matarlo, se limpió las lágrimas y se reía sarcásticamente mientras pensaba en no ser tan evidente pues creía que de seguro el hombre iba a reaccionar contra ella si notaba sus intenciones, es de seguro el hombre ya se había dado cuenta que ella era una asesina y la despreciaba pero ella sabía que él la deseaba así le estuviera causando dolor en este momento, pensaba que era supremamente irresistible para un tipo de hombre como él, pues una mujer como ella, de seguro nunca la había tenido entre sus brazos endulzándole el oído, era el objeto de deseo en ese momento que se combinaba con un miedo inexplicable pero razonable. Bianca caminaba alrededor de él mientras veía en sus ojos el miedo que sentía de saber que se iba a morir.
El hombre tendido en el suelo casi sin poder respirar sabía que ese cuchillo iba a introducirse poco a poco en su cuerpo, de nuevo para terminar de matarlo, en su mente era claro, que Bianca lo odiaba, lo despreciaba y hasta asco le daría, solo lo había utilizado porque en el fondo ella pensaba que él era un hombre insignificante para ella, había tenido muchos hombres mejores en la vida que si le hubieran ofrecido una estabilidad y un placer sublime.
Bianca se ubicó frente a él, lo besó y con uno de sus tacones le propició una patada en la cabeza, luego sonrió mientras una lágrima salía de cada uno de sus ojos, finalizándolas en un te amo desmedido.
Ella estaba ahí, de pie, al lado del cuerpo inerte, parecía muerto, mientras una línea delgada de sangre se esparcía por el suelo a cuadros blancos y negros delimitando el camino a la cocina, donde seguramente estaba el resto de la colección de cuchillos a la cual le faltaba, aquel gigante de más de 15 centímetros de largo que Bianca tenía en su mano derecha.
Ella estaba perpleja, de repente sus ojos dejaron salir unas pequeñas lágrimas y no era que estuviera triste, de hecho su mente estaba casi en blanco, solo pensaba en que aquel hombre al que había acabado de matar no le iba a hacer falta a nadie, era un inútil trabajador de una empresa de mensajería sin familia y con un vida lo suficientemente infeliz como para querer seguir viviendo de una forma tan desagradable, que incluso antes cree que agradeció que ella lo hubiese elegido como una más de sus víctimas, su insignificante vida no es nada realmente a la vida digna que ella ha construida en su más sensata soledad.
Una vida con metas, con dinero, con lujos sin problemas pero con soledad, con la cual le había tocado identificarse para no perecer rápidamente, sabía que tenía que ser una mujer fuerte y pasar por encima de todo aquel que le estorbara en su camino; tenía clar

De repente, el hombre abriendo los ojos, la hizo sobresaltar; no estaba muerto, aún agonizaba mientras pensaba en lo desgraciada que era su vida de pobre, pero preocupado a la vez por su esposa y sus tres hijos a los que, era claro, no podía abandonar de buenas a primeras, pues no tendrían con que subsistir, su esposa no conocía la cruel realidad que se vivía en un trabajo mal remunerado e incluso en la calle que se volvía más oscura y peligrosa entrada las horas de la madrugada, no podía dejarse morir.
Él, fijamente miraba a Bianca y la maldecía, se arrepentía cada segundo que pasaba por haber caído en las manos de una mujer que para él aparentaba ser de buen corazón y nada interesada en lo poco que él le podía ofrecer, despreciaba el hecho de que fuera una mujer de doble personalidad que hasta tal punto le hubiera hecho creer que era una mujer decente y con principio morales, ahora solo el desprecio de saber que solo lo quería matar la hacia ver como el monstruo más grande e impensable y un ser humano despiadado del que no se podía fiar, del que se debía desconfiar en la noche y en el día y hasta de sus gestos de amabilidad y sus palabras de amor que seguramente envolvían a más de uno, por la sutileza con que salían.
Bianca agarró el cuchillo con más fuerza y pensaba clavarlo de nuevo para matarlo, se limpió las lágrimas y se reía sarcásticamente mientras pensaba en no ser tan evidente pues creía que de seguro el hombre iba a reaccionar contra ella si notaba sus intenciones, es de seguro el hombre ya se había dado cuenta que ella era una asesina y la despreciaba pero ella sabía que él la deseaba así le estuviera causando dolor en este momento, pensaba que era supremamente irresistible para un tipo de hombre como él, pues una mujer como ella, de seguro nunca la había tenido entre sus brazos endulzándole el oído, era el objeto de deseo en ese momento que se combinaba con un miedo inexplicable pero razonable. Bianca caminaba alrededor de él mientras veía en sus ojos el miedo que sentía de saber que se iba a morir.
El hombre tendido en el suelo casi sin poder respirar sabía que ese cuchillo iba a introducirse poco a poco en su cuerpo, de nuevo para terminar de matarlo, en su mente era claro, que Bianca lo odiaba, lo despreciaba y hasta asco le daría, solo lo había utilizado porque en el fondo ella pensaba que él era un hombre insignificante para ella, había tenido muchos hombres mejores en la vida que si le hubieran ofrecido una estabilidad y un placer sublime.
Bianca se ubicó frente a él, lo besó y con uno de sus tacones le propició una patada en la cabeza, luego sonrió mientras una lágrima salía de cada uno de sus ojos, finalizándolas en un te amo desmedido.