La concepción de una imagen nace con una
idea, se complementa con una serie de aspectos estéticos que terminan
consolidándose gracias a aspectos técnicos. En Presencias un foto ensayo realizado por Gloria Carrión, Oriana
Molina, Álvaro Serje y yo, intentamos captar el lado más lúgubre del cementerio
de Recoleta en la ciudad de Buenos Aires.
Los fantasmas de este famoso cementerio
serían los protagonistas de este audiovisual hecho enteramente con fotografías
que fueron tomadas con un cámara réflex digital haciendo uso de tres lentes
diferentes que permitieron ver más allá de lo que nuestros propios ojos veían.
Pero como era de esperarse los espíritus nunca aparecieron y por tal motivo la
puesta en escena ya planeada salió a flote permitiéndonos jugar aún más con la
imagen.
La luz del día de rodaje, por decirlo de
alguna manera, ayudó mucho a la consecución del tipo de foto que se buscaban,
sin dejar de lado que el cementerio se presta como escenario fascinante de una
puesta de terror y misterio.
Como parte del equipo de realizadores de
este ensayo fotográfico una de las cosas que más me motivó a llevar a cabo este
proyecto tuvo que ver con esa curiosidad que me produce, aún después de un año
y medio de vivir acá, ver la gran concurrencia de gente que todos los días
ingresa a los cementerios de la ciudad capital de Argentina; esto, pienso yo,
tiene que ver con varios aspectos, por un lado la arquitectura increíble que se
levanta en su interior, mausoleos gigantescos que datan del año 1870 cuando
Recoleta apenas se convertía en uno de los barrios de más prestigiosos por la
llegada de gente de clase alta que huía de otros barrios porteños por la
epidemia de fiebre amarilla; razón por la cual el cementerio se convirtió en
morada de personas con mucho dinero y prestigio de la ciudad, entre estos
varios presidentes.
Así pues, a nivel estético no podríamos
haber pedido nada más increíble que este sitio. Iniciamos el recorrido buscando
inicialmente encuadrar algunas estatuas y objetos que lucieran aterradores. Por
lo cuál hicimos mucho énfasis en planos detalle y primeros planos, con poca
profundidad de campo, en la que prevalecía el enfoque del detalle más que su
fondo, que quedaba oculto en el desenfoque; este es el caso de la primera y
segunda imagen que aparecen en pantalla, que no son más que telas de araña en
la que es posible casi delimitar cada línea blanca en contraposición con los
tonos grises del fondo desenfocado, para luego pasar al primer plano de la
cerradura de una tumba, vieja, oxidada y olvidada.
Al ser primeros planos, estas tres
primeras imágenes, permiten crear una atmosfera sutil que introduce al
espectador al mundo del cementerio, por tal motivo, se podría decir que
iniciamos la progresión clásica al revés y en lugar de iniciar con planos
generales del espacio iniciamos con detalles que fueran dando pistas de lo que
venía a continuación, mientras unas sutiles campanadas complementaban la
atmosfera.
Luego de un breve corte directo a negro,
imágenes de estatuas negras y blancas hacen su aparición, muchas de estas con
velos, cruces y alas haciendo semejanza a ángeles y demonios. Sus diferentes
tonalidades entre negros, grises y blancos hacen avanzar la atmosfera. Acá la
decisión fue encuadrar en planos medios que dejaran ver un poco más del entorno
y a nivel de post-producción trabajar algunos efectos de video como el zoom
digital.
Planos generales que revelan el espacio
de ubicación hacen su aparición en la pantalla, algunos con foco en la parte
más cercana y otros con foco en la parte de atrás que hacen denotar ciertas
cuestiones de profundidad que permiten a la vez puntualizar en detalles como el
cementerio dentro de la ciudad y por tanto la proximidad de los dos mundos, el
de los vivos y el de los muertos.
La imagen de unos ataúdes y el sonido de
unos pasos introducen a los espectros que divagan por el cementerio. Iniciamos
la secuencia, con un primer plano a ras de piso que fue tomada con un lente
teleobjetivo 70-300, con un diafragma cerrado en 32 y una velocidad de
obturación de 0.4”; dadas las características técnicas con las que trabajamos,
la puesta en escena era sencilla, caminar en frente de la cámara mientras esta
obturaba y captaba nuestro movimiento dejándonos ver una estela de imagen algo
borrosa, que se asemejaba a la de un fantasma caminando.
Así la sucedieron más imágenes
realizadas con la misma técnica, con diferentes encuadres y de acuerdo al sitio
especifico escogido, variaba la utilización de los lentes. Algunas de las
imágenes fueron tomadas con un lente 18-55 y otras con un 50 fijo que daba
mucha luminosidad a la foto haciendo a su vez que las sombras que estaban en el
entorno se marcaran un poco más.
Así mismo las velocidades de obturación
variaron entre 0.4” y 2” teniendo al final imágenes en las que no se ven más
que rastros poco concretos de nosotros mismos que nos movíamos frente a cámara.
Esta técnica de tiempos largos de
exposición es usada frecuentemente por varios artistas y fotógrafos que
experimentan con la imagen y las posibilidades que la cámara les da de captar
durante largo tiempo una misma situación volviendo de alguna manera a los
inicios de la fotografía con la cámara estenopeica.
Finalmente, en post-producción y con
todo las fotografías listas para ser puestas en una línea de tiempo, era hora
de revelar los fantasmas que habíamos creado, fue en ese momento cuando la
imágenes fijas dejaron de serlo para convertirse en imágenes - movimiento.
Como había dicho anteriormente,
decidimos iniciar por planos detalle, que nos permitieran introducir la
atmósfera, luego ubicar en tiempo y espacio y después mostrar los espectros
creados, algunos caminantes, otros estáticos, otros más que bailaban y algunos
que solo transitaban.
Fue un trabajo interesante de realizar,
no solo por la misma atmosfera que es generada por el sitio a la hora de estar
allí y ver los detalles de las tumbas, los contrastes entre negros y grises que
en algunos sectores es más marcado que en otros; la ausencia de vegetación y la
gran cantidad de gatos de diferentes colores que ambientan aún más el lugar.
Esa conexión entre nuestro mundo y el de
los muertos se da cita en los cementerios, donde los vivos visitan a sus
muertos, de los cuales no queda más que sus huesos y enormes recuerdos que
vuelven a vivir muy seguramente con fotografías.
La fotografía, gran invención que
permite congelar instantes y preservar la memoria y que a su vez no deja de ser
un aspecto que cobra cada vez más relevancia, diferente a lo que se llegó a
pensar con la llegada de la televisión y del cine; pues no solamente como
imagen estática, sino con todos los aspectos a tener en cuenta como lo son: la
luz, el encuadre, en este caso el tiempo de exposición, entre muchos más
aspectos técnicos que hacen a una estética una obra de arte.
Presencias no pretendía documentar nada, sino
apropiarse del espacio y crear lo que la imaginación dejaba a su paso mientras
se recorría este sitio histórico de Buenos Aires y capturarlos por medio de una
cámara; que nos permitió no solo recortar la realidad sino también alterarla y
apropiarla hasta hacerla única e irrepetible.