Este es el tercero de 4 cuentos de una colección que escribí; son experiencias recogidas de una etapa que marcó mi vida... pero que ya terminó. Los quiero compartir, con todos aquellos que visitan el blog porque considero que son una manera de hacer catarsis de esto.
Esperanza no era
Que gran noche, tan apasionada como esperada, deseada y algo helada, eso pensaba de aquella noche en la que se habían juntado tantas cosas, desde las grandes texturas de nuestros cuerpos, los penetrantes aromas que nos delataban como seres humanos y esos tejidos de un tálamo, en el que vivimos el comienzo más no sé si el final de un idilio que quería que perdurara, o que terminara, que no avanzara y se derrumbara, sin embargo, había algo que no me dejaba de revolver la cabeza, tanto sentía por aquella persona con la que había pasado la noche, tantas cosas me hacía pensar y aún más, creo yo, tantas otras que me hacía dudar.
Iba camino a mi residencia al norte de la ciudad y mi cabeza se llenaba de innumerables pensamientos con cada paso que yo daba y aunque tenía claro que había tenido relaciones sexuales con mi pareja, sabía que lo que sentía para ese momento no era nada bueno, incluso veía posarse una nube gris sobre el techo del edificio de apartamentos en el que vivía y que a 10 cuadras ya podía divisar. Mi corazón ya no latía como la noche anterior, pues ya no tenía miedo de nada y tampoco latía como minutos antes cuando había despertado entre sus brazos, pues esa felicidad inmensa claramente se opacaba y no sabía porque, es decir, menos de 24 horas antes, la esperanza parecía eterna y ahora misma no existía.
Sobre mi rostro, más exactamente debajo del ojo, justo en la mejilla derecha logré sentir una gran gota de agua; quien pasara en ese momento por mi lado pensaría que estaba a punto de llorar, pero no, ni de eso tenía ganas ya, solo me preocupaba realmente de atravesar

el extenso y duro pavimento de las avenidas, así como los grandes muros que a mi paso habían sido levantados para que las personas vivieran, convivieran y se refugiaran de su propia soledad, pero para qué tantas construcciones, porque esa vida tan rústica y contaminante de lo más profundo de los pulmones de todos, hasta creo que los animales tenían mayor esperanza de vivir un poco más en este mundo que nosotros que nos retorcíamos dentro de nubes de humo negro y nos dejábamos poco a poco consumir por la tecnología que ahora servía para volvernos cada vez más insensibles, valientes y sedentarios de nuestra propia mente y con tan solo pensar en eso, mi celular comenzaba a vibrar en mi bolsillo, vi la pantalla y supe que era aquella persona a la que le había declarado el amor y la guerra la noche anterior en su habitación, en su cama y con mi cuerpo extendido sobre su total humanidad, pero, para como me sentía en ese momento no contestaría a su llamado o más bien a sus llamados que no fue uno sino más de cinco, además lo menos que quería era que un rayo cayera sobre mi y me chamuscara.
Un cielo totalmente oscuro se había cerrado detrás y delante de mi y las gotas de lluvia comenzaron a caer ahora con más regularidad, algo frías; el día claramente era un mar lleno de esperanzas inversas, pues para ese momento y con el color del cielo lo menos de lo que se podía esperanzar era de que saliera de nuevo el sol; para ese instante ya me había acercado 4 cuadras más a mi apar
tamento, afán no tenía, nada tenía que perder y no veía en que variaría mi vida si aceleraba mi paso era como esperar que un carro pasara por aquel gigantesco charco de agua sucia y me bañara de pies a cabeza de mierda combinada con tristeza y consternación.
Para mí, en ese momento era claro que soledad no sentía, el miedo se había perdido por completo al caer el sol de ayer, el deseo se había quedado entre las sábanas blancas donde anoche había reposado mi cuerpo entero y el amor no era lo que para ese momento me hacía feliz sino que con ese negro cielo y esa lluvia intensa que poco a poco se intensificaba más y se metía por todos los rincones de mi cuerpo sin ya importar mi ropa, la sentía tan fría que creí por un momento que no llevaba ropas puestas, de hecho, mi cabello húmedo sobre mi rostro me hizo pensar por una milésima de segundo que lo único que llevaba cubierto era mi cara; pero era claro que ese cielo negro no solo lloraba conmigo sino que me podía dejar ver que quizás mañana no habría un día nuevo y que en pocos instantes las gotas serían tan grandes que nos aplastarían con gran dureza, y es que para qué un mañana si iba a ser igual que hoy, incluso me pregunto para que un hoy si va a ser tan eterno, interminable y oscuro como lo era ahora mismo mi mundo, un mundo de fantasías en el que veía claramente todo dibujado con colores vivos, algo de dulce, un aroma a miel, un mundo maravilloso al que sabía que mi alma no regresaría que se había caído para retornarme a la realidad, un mundo que dependía netamente de mi mente, de mi cabeza y que lo había creado para fantasear con la belleza.
De repente, decidí detenerme en mitad de la calle, la lluvia avanzaba y no parecía terminar con mi vida, mi celular vibraba con insistencia y yo sentía como mi cuerpo se desboronaba en mitad del pavimento, en realidad no me sentía débil pero así me veían los demás, los pocos, que pasaban corriendo completamente empapados por mi lado y es que hasta los perros habían decidido refugiarse en pequeños lugares donde nadie los asustara ni los obligara a estar.
Sé que mi mente estaba algo trastornada y tenía muchas cosas en ella que no me dejaban pensar con total claridad, sin embargo, aunque mis sentimientos por aquella persona que me había hecho tan feliz la noche anterior eran tan puros como el agua que caía del cielo y tan cristalinos como el aire que se volvía intenso, mi vida se derrumbaba por completo en ese momento solo pedía cerrar los ojos por siempre, no deseaba llegar a mi apartamento, ni mucho menos tener que coger una toalla y secar mi cuerpo, tampoco quería hablarle a nadie y todos aquellos compromisos inconclusos, todos los planes y proyectos netamente mentales que había decidido emprender se derrumbaban en frente de mí y yo sin poder decir nada , era un desastre completo y no deseaba que nadie me sacará de ahí, no quería que me ayudaran porque no necesitaba ayuda simplemente no quería ver de nuevo la claridad.
Miré mi reloj, eran las 10:15 de la mañana y para el minuto 16 supe que estaba en un estado de catástrofe mental y aunque tenía amor, compañía y fantasía había algo que realmente me detenía y era pensar en que si había pasado una noche tan mágica y deseaba pasar muchas más con aquella persona que empezaba a amar debía tener claro que la vida, la vida misma tiene un final y percances para los cuales ni el amor es una cura, sin duda alguna esperanza no era lo que yo sentía.
CONTINUARÁ...