
Es una película con una narrativa simple y concisa y que se mantiene desde el guión literario hasta el montaje, sin "mayores" efectos visuales que las impresionantes ruinas de Grecia y los distintos acontecimientos que desenvuelven la historia de manera coherente con un claro inicio, un nudo cómico - trágico y un desenlace feliz como nos enseñaron las historias clásicas de amor. Los diálogos hacen una crítica a la banalidad y frivolidad con las cuales en ocasiones algunas personas encaran una visita a un lugar al que le brota historia en sus muros y calles, donde pareciera no existir ninguna relación entre diversión y conocimiento.
La fotografía por su parte, nos trae, al igual que casi siempre (en películas que se desarrollan en este país) y haciendo honor a los colores de la bandera Griega, un blanco impresionante, proveniente de las construcciones, contrastado con el azul del cielo y el Mar Mediterráneo, lo cual la hace una historia con una estética naturalista digna del lugar donde se llevo a cabo la producción, sin olvidar por supuesto un detalle final y no por eso menor como el acierto sobre el título, que en realidad propone una metáfora entre las ruinas del sitio y la vida de la protagonista que parece irse acabando poco a poco hasta que, entre diferentes circunstancias y la llegada del amor logra, de algún modo que las ruinas de su corazón se puedan restaurar y conservar, quizás, en el mejor de los casos, como las ruinas de Grecia.
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