Cuando aún el sol
se deja ver, muy cerca de las montañas y el cielo, como es costumbre, casi siempre nublado, se comienza a cerrar aún más, en el mundo ocurre más de un ciclo de vida, algunos mueren mientras otros nacen, unos salen y otros entran, de igual manera, algunos juegan y para otros es más que un juego.
Es un día más de la semana, el cansancio agobia hasta al más perezoso, incluso al indigente que ha caminado todo el día, al ladrón que no ha logrado robar nada durante horas, sin embargo, al llegar el atardecer, ciegos y videntes se deleitaran con la despedida del sol, mientras otros que ven pasar la vida sin ponerle mayor atención, continúan su rutina y otros encerrados en un recinto largo, mas no ancho, pequeño y estrecho se divierten frente a grandes pantallas, que permiten reflejar en sus ojos, imágenes computarizadas, enviando constantemente al cerebro estímulos que a su vez generan respuestas que permiten responder bien ante la máquina, ganar puntos y no perder la vida en una lucha contra imaginarios, incluso desconectados de este mundo, en el cual, al mismo tiempo ocurrían desastres naturales, cientos de personas caminaban, otros corrían y yo miraba sigiloso, sin perder detalle alguna y con un aviso de prohibición enfrente y mi morral lleno de libros y cuadernos me delataban, era el lugar y no sé si la hora equivocada.
Cada persona que me empujaba al entrar y luego volteaban a mirarme con una mirada lasciva, era una persona más, pero diferente, incluso aún no he entendido porque me tienen prohibida la entrada si en todo lo que veo hay gente mucho menor que yo, no hay control y una desmedida hazaña de aquellos aficionados podría significar quedarse allí por siempre, tener una cita todos los días
con una maquina que te hace viajar a mundos diferentes, pero el mundo real está afuera, a la vuelta de la esquina te encuentras con una anciana que vende periódicos y dulces, mas adelante un indigente resentido con la vida que no le queda más que pedir dinero y comida y quien no se la de seguramente será insultado sin justificación alguna, pero es claro que ese mundo donde ocurren cosas como estas que nos dan tristeza, también suceden maravillas, un sol, un cielo, la brisa, el amor de no una, sino muchas personas, sin embargo no es eso lo que nos hace olvidarnos de este mundo que a veces parece agobiarnos, es la irrealidad del mundo que se vive en este pequeño rincón que me encuentro observando desde hace ya más de una hora, el sol ya se está poniendo y la luna apenas comienza a visualizarse, el frío aflora en la piel de cada uno de los que nos encontramos afuera.
En el fondo del sitio, un trabajador aburrido dentro de una cabina, cuenta dinero, por sus manos pasan incluso millones de pesos al día, plata que será llevada a un hombre poderoso, que ha comprado cada una de esas maquinas con las que la gente se divierte, para él es negocio que la gente se envicie con los juegos, pues entre más gente vaya, más dinero tendrá él al final del día.
Un hombre de corbata, se masajea las manos, se seca el sudor de la frente, se ve un poco agotado; no le sucede igual a su acompañante, una joven vestida de forma insinuante; minifalda, blusa con escote grande y botas de tacón alto, sus ojos rojos dejan ver que lleva horas jugando allí.
Al fondo cerca de una puerta de color azul, un hombre habla por celular y sus gestos me hacen percibir que discute con alguien; aún sin saber que sucede lo miro fijamente, en ese instante alguien entra corriendo y me empuja fuertemente, es un hombre vestido de negro y chaqueta de cuero quien entra buscando a alguien, va hasta el fondo donde se encuentra el hombre del celular, este lo guarda y discute con este nuevo hombre, el hombre que acaba de entrar le entrega un paquete de forma disimulada y el otro un fajo de billetes, sin embargo, la mirada potente del hombre que recibe el paquete se enfoca en mi, da vuelta y se viene hacia la puerta del sitio con paso firme y a toda velocidad; yo, extrañado miro a lado y lado para ver hacia quien se dirige el hombre y la gran sorpresa es que solo estoy yo, leyendo un aviso que dice: “PROHIBIDO EL INGRESO DE PERSONAS MENORES DE 14 AÑOS”, en ese instante el hombre llega hacia mi, se ve algo rudo, su barba negra no deja ver su boca, pero me mira de forma penetrante y a la vez con miedo de que yo haya visto algo
más de lo que debía ver, de repente el hombre voltea la mirada hacia el lado izquierdo de la calle, lado por el cual se aproximan 4 policías con paso firme y al mismo ritmo que se mueve la ciudad, es así pues, como el hombre sale empujándome y con paso un poco apresurado.
Los policías parecen estar caminando como 4 más de los transeúntes de la zona centro de la ciudad, sin miedo me quedo de pie, al fin y al cabo no tengo ningún pie dentro del establecimiento, el pedazo de calle sobre el que me encuentro no es prohibido para mi, ni para nadie; luego de unos segundos, los policías entran al establecimiento dan un paseo por este y antes de salir piden los documentos de identificación de dos muchachos que se encuentran en un simulador de carros de carreras, ellos, vestidos con pantalón ancho, camiseta grande y cachucha se levantan y sacan su billetera; para ese momento en la pantalla de los simuladores los carros se verán estrellados y un grande y colorido “GAME OVER” habrá anunciado el fin del juego y el incremento de los gastos de estos muchachos, pues deberán pagar de nuevo para continuar jugando, los policías reportan los números de identificación, susurran algo, les devuelven las tarjetas de identidad y salen del reciento.
Los minutos pasan y yo aunque no he tocado ninguna de esas máquinas ya me envicié, pues hace 4 días que vengo a mirar lo mismo, gente emocionada y de toda clase, incluso gente que entra a diario a gastar el poco dinero que tienen y luego los oigo lamentándose y pidiendo plata para el pasaje de un bus de esos viejos que cuesta novecientos pesos, dejando sin los cincuenta pesos del recargo nocturno al conductor del bus que lleva trabajando desde muy temprano en la madrugada.
Ahora es el momento de confesar, que nunca había visto a una mujer que se encuentra en el fondo del local de videojuegos, vestida de forma algo insinuante, ha pasado de máquina en máquina observando el gran talento de los aficionados para ganar puntos y hastiada lógicamente por el olor que este lugar expide después de horas de ingresar y salir gente de allí, el humo de los carros que alcanza a entrar y que genera un ambiente algo oscuro y denso, en el cual suceden demasiadas cosas en un minuto; y que más se podría decir después de horas de observar, ya incluso las luces de la ciudad se han encendido y la calle aunque peligrosa es siempre, ahora es más atemorizante, la gente va y viene, observa y habla, fuman, beben y se drogan, pelean y cantan; y sin perder el rastro de esta mujer nueva, quien saca de su pequeño bolsillo trasero un espejo, se observa de forma coqueta, se acomoda su ropa, guarda de nuevo el espejo y ahora saca una navaja bastante filosa, de color negro, algo gruesa, caminando hacia la puerta con esta arma blanca en la mano, coge una de sus manos y corta la uña de su dedo índice izquierdo, la deja caer al suelo, llega a la puerta, gira hacia la derecha, sale pero ahora cortando la uña del dedo del medio de la misma mano, se aleja algunos centímetros; y yo, mirando mi reloj me doy cuenta que llegó el momento de retirarme de la entrada de este sitio.
Solo tengo lo del pasaje de regreso a casa, he faltado a la escuela y debo llegar a fingir hacer mis tareas para que mi madre no piense que el dinero que ella gana con gran esfuerzo en su trabajo de 12 horas en una fábrica textil está siendo desperdiciado por mi y mi vicio que no me deja en paz; de repente miro de reojo, la mujer que salio con la navaja ha apuñalado a un hombre que venía caminando por la mitad de la acera, sacándole la billetera del bolsillo, se de a la fuga, para encontrarse con los policías quienes vienen en su ronda de regreso por la misma calle y que junto con los gritos de la gente confundidos con el ruido de la calle, se a
lertan y detienen a esta malvada mujer que solo quiere conseguir dinero para poder comer algo, pues estaba tan delgada que parecía no haber comido durante varios días.
Con la conmoción de la gente y mi reloj marcando en punto las 8 de la noche, introduzco mi mano en el bolsillo, y le hago la parada a un bus que me llevará a mi casa, si antes no ocurre algo que me retrase aún más, eso está claro, sin embargo, el conductor del bus, ignorándome sigue derecho y no me deja subir a su bus; el frío comienza a ser fatal, al menos yo puedo llegar a mi casa y encontrar algo de comer y una cama suave y caliente, a diferencia del indigente de la acera de en frente, quien, tendido en el piso y en posición fetal trata de darse calor consigo mismo para poder dormir sin dolor de cabeza y hasta el sol de mañana, que anunciará otro día más de actividades productivas para todos, sea cual sea el objetivo que busquemos en nuestra vida, sin importar lo buenos o malos que podamos parecer ante el resto de las personas, persiguiendo nuestro bienestar y quizás no, el de los demás.

Es un día más de la semana, el cansancio agobia hasta al más perezoso, incluso al indigente que ha caminado todo el día, al ladrón que no ha logrado robar nada durante horas, sin embargo, al llegar el atardecer, ciegos y videntes se deleitaran con la despedida del sol, mientras otros que ven pasar la vida sin ponerle mayor atención, continúan su rutina y otros encerrados en un recinto largo, mas no ancho, pequeño y estrecho se divierten frente a grandes pantallas, que permiten reflejar en sus ojos, imágenes computarizadas, enviando constantemente al cerebro estímulos que a su vez generan respuestas que permiten responder bien ante la máquina, ganar puntos y no perder la vida en una lucha contra imaginarios, incluso desconectados de este mundo, en el cual, al mismo tiempo ocurrían desastres naturales, cientos de personas caminaban, otros corrían y yo miraba sigiloso, sin perder detalle alguna y con un aviso de prohibición enfrente y mi morral lleno de libros y cuadernos me delataban, era el lugar y no sé si la hora equivocada.
Cada persona que me empujaba al entrar y luego volteaban a mirarme con una mirada lasciva, era una persona más, pero diferente, incluso aún no he entendido porque me tienen prohibida la entrada si en todo lo que veo hay gente mucho menor que yo, no hay control y una desmedida hazaña de aquellos aficionados podría significar quedarse allí por siempre, tener una cita todos los días

En el fondo del sitio, un trabajador aburrido dentro de una cabina, cuenta dinero, por sus manos pasan incluso millones de pesos al día, plata que será llevada a un hombre poderoso, que ha comprado cada una de esas maquinas con las que la gente se divierte, para él es negocio que la gente se envicie con los juegos, pues entre más gente vaya, más dinero tendrá él al final del día.
Un hombre de corbata, se masajea las manos, se seca el sudor de la frente, se ve un poco agotado; no le sucede igual a su acompañante, una joven vestida de forma insinuante; minifalda, blusa con escote grande y botas de tacón alto, sus ojos rojos dejan ver que lleva horas jugando allí.
Al fondo cerca de una puerta de color azul, un hombre habla por celular y sus gestos me hacen percibir que discute con alguien; aún sin saber que sucede lo miro fijamente, en ese instante alguien entra corriendo y me empuja fuertemente, es un hombre vestido de negro y chaqueta de cuero quien entra buscando a alguien, va hasta el fondo donde se encuentra el hombre del celular, este lo guarda y discute con este nuevo hombre, el hombre que acaba de entrar le entrega un paquete de forma disimulada y el otro un fajo de billetes, sin embargo, la mirada potente del hombre que recibe el paquete se enfoca en mi, da vuelta y se viene hacia la puerta del sitio con paso firme y a toda velocidad; yo, extrañado miro a lado y lado para ver hacia quien se dirige el hombre y la gran sorpresa es que solo estoy yo, leyendo un aviso que dice: “PROHIBIDO EL INGRESO DE PERSONAS MENORES DE 14 AÑOS”, en ese instante el hombre llega hacia mi, se ve algo rudo, su barba negra no deja ver su boca, pero me mira de forma penetrante y a la vez con miedo de que yo haya visto algo

Los policías parecen estar caminando como 4 más de los transeúntes de la zona centro de la ciudad, sin miedo me quedo de pie, al fin y al cabo no tengo ningún pie dentro del establecimiento, el pedazo de calle sobre el que me encuentro no es prohibido para mi, ni para nadie; luego de unos segundos, los policías entran al establecimiento dan un paseo por este y antes de salir piden los documentos de identificación de dos muchachos que se encuentran en un simulador de carros de carreras, ellos, vestidos con pantalón ancho, camiseta grande y cachucha se levantan y sacan su billetera; para ese momento en la pantalla de los simuladores los carros se verán estrellados y un grande y colorido “GAME OVER” habrá anunciado el fin del juego y el incremento de los gastos de estos muchachos, pues deberán pagar de nuevo para continuar jugando, los policías reportan los números de identificación, susurran algo, les devuelven las tarjetas de identidad y salen del reciento.
Los minutos pasan y yo aunque no he tocado ninguna de esas máquinas ya me envicié, pues hace 4 días que vengo a mirar lo mismo, gente emocionada y de toda clase, incluso gente que entra a diario a gastar el poco dinero que tienen y luego los oigo lamentándose y pidiendo plata para el pasaje de un bus de esos viejos que cuesta novecientos pesos, dejando sin los cincuenta pesos del recargo nocturno al conductor del bus que lleva trabajando desde muy temprano en la madrugada.
Ahora es el momento de confesar, que nunca había visto a una mujer que se encuentra en el fondo del local de videojuegos, vestida de forma algo insinuante, ha pasado de máquina en máquina observando el gran talento de los aficionados para ganar puntos y hastiada lógicamente por el olor que este lugar expide después de horas de ingresar y salir gente de allí, el humo de los carros que alcanza a entrar y que genera un ambiente algo oscuro y denso, en el cual suceden demasiadas cosas en un minuto; y que más se podría decir después de horas de observar, ya incluso las luces de la ciudad se han encendido y la calle aunque peligrosa es siempre, ahora es más atemorizante, la gente va y viene, observa y habla, fuman, beben y se drogan, pelean y cantan; y sin perder el rastro de esta mujer nueva, quien saca de su pequeño bolsillo trasero un espejo, se observa de forma coqueta, se acomoda su ropa, guarda de nuevo el espejo y ahora saca una navaja bastante filosa, de color negro, algo gruesa, caminando hacia la puerta con esta arma blanca en la mano, coge una de sus manos y corta la uña de su dedo índice izquierdo, la deja caer al suelo, llega a la puerta, gira hacia la derecha, sale pero ahora cortando la uña del dedo del medio de la misma mano, se aleja algunos centímetros; y yo, mirando mi reloj me doy cuenta que llegó el momento de retirarme de la entrada de este sitio.
Solo tengo lo del pasaje de regreso a casa, he faltado a la escuela y debo llegar a fingir hacer mis tareas para que mi madre no piense que el dinero que ella gana con gran esfuerzo en su trabajo de 12 horas en una fábrica textil está siendo desperdiciado por mi y mi vicio que no me deja en paz; de repente miro de reojo, la mujer que salio con la navaja ha apuñalado a un hombre que venía caminando por la mitad de la acera, sacándole la billetera del bolsillo, se de a la fuga, para encontrarse con los policías quienes vienen en su ronda de regreso por la misma calle y que junto con los gritos de la gente confundidos con el ruido de la calle, se a

Con la conmoción de la gente y mi reloj marcando en punto las 8 de la noche, introduzco mi mano en el bolsillo, y le hago la parada a un bus que me llevará a mi casa, si antes no ocurre algo que me retrase aún más, eso está claro, sin embargo, el conductor del bus, ignorándome sigue derecho y no me deja subir a su bus; el frío comienza a ser fatal, al menos yo puedo llegar a mi casa y encontrar algo de comer y una cama suave y caliente, a diferencia del indigente de la acera de en frente, quien, tendido en el piso y en posición fetal trata de darse calor consigo mismo para poder dormir sin dolor de cabeza y hasta el sol de mañana, que anunciará otro día más de actividades productivas para todos, sea cual sea el objetivo que busquemos en nuestra vida, sin importar lo buenos o malos que podamos parecer ante el resto de las personas, persiguiendo nuestro bienestar y quizás no, el de los demás.
1 comentario:
Buen escrito para comenzar. SI lo revisas encontraras forma de mejorarlo, pero muy valiente el escribir tanto. Lo veo coherente.
Espero que vayas adentrandote en otros estilos literarios con mayor profundidad en los temas. No te quedes en temas regionalistas como nuestro cineastas. Sigue con fuerza adelante. y te felicito!!!
PA
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