Hace
días vengo publicando breves entradas con apreciaciones sobre distintas
películas que he venido viendo y por supuesto con diferentes géneros y
temáticas. Mis apreciaciones no incluyen más que comentarios sobre los niveles
técnicos y narrativos que presentan las mismas.


Tendría
que cambiar el título de la entrada en realidad, pues los dos son musicales
sangrientos y aunque la sangre que corre tiene dos surgimientos distintos, cada
persona cuenta como un cadáver más y un ser humano menos, por supuesto. Sin
embargo, cuando hablo de musical histórico y que claramente hago referencia a
la película de Hooper, pues está basada en hechos históricos que se relatan en
la época de la Revolución Francesa y sus años siguientes, sin embargo, esta
apunta a hablar en términos generales, tal como lo hace la obra original de
Victor Hugo, sobre el bien y el mal, la justicia y la injusticia y por supuesto
en tiempo de revolución los de arriba (burgueses) y los de abajo (el pueblo),
por tal motivo es una obra de actualidad, sin importar el momento en que sea
leída o en el caso de la película, vista.
Por
otro lado la película de Burton hace referencia a un personaje “diabólico” que
inicialmente llega a vengarse de los que le arrebataron a su esposa e hija en
el pasado y que termina convirtiéndose en un asesino serial que, a su vez,
tratan de justificar de manera bizarra con la ayuda que presta a los pasteles
de su ayudante… si usted que lee, no
entiende, tiene que ver la película.
Las
dos películas las he puesto a la par, más allá de la temática, por el hecho de
ser musicales, lo cual implica una escritura de Guión y un nivel de producción
diferente en muchos sentidos, ya que los diálogos tienen que ser transformados
en rimas para que puedan ser cantados y no desencajen en ningún momento, además
debe conservar el sentido poético proveniente de la ópera y el sentido
narrativo a donde apunta sin caer en lo banal. En un punto, debo decir, que
después de un tiempo de escuchar el 80% de los diálogos cantados y con acordes
repetidos, resulta tedioso verlas, mas no entenderlas, así como también es
imposible, al terminar de verla no tener en la cabeza un acorde repitiéndose
una y otra vez, eso es lo que yo llamo una identificación extrasensorial con el
espectador, debido al uso musical como contenido principal, por lo tanto el
cerebro lo asimila, en la mayoría de los casos de manera más directa, así como
también en ocasiones producirá otro tipo de sensaciones como el arrullo.
Así
mismo, las dos películas se diferencian radicalmente en la fotografía por 2
cuestiones principales, la temática y la estética particular que los directores
manejan. En la primera, los tonos son netamente cálidos tomando como referencia
ese tono zepia con el cual se evoca a la historia y la segunda más hacia los
tonos grises y por supuesto el rojo sangre que suele manejar Tim Burton dentro
de la gran mayoría de sus películas. El montaje, por su parte, en las dos, no
tiene grandes pretensiones, simplemente va hilando la historia de manera lineal
con ciertas elipsis temporales que permiten entender algunas cuestiones a nivel
narrativo.
Finalmente
quisiera decir que son dos grandes producciones que a nivel de cualquier otro
material audiovisual deciden ligarse a una particularidad del teatro, más
exactamente, a la opera y ligarlo con imágenes en movimiento en estudios de
cine y con efectos especiales para tener un hibrido artístico que resulta
impactante y majestuoso.
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