
Imperdible, increíble pero cierto, desde el piso 56 de uno de los edificios más impresionantes de Singapur como lo es el Marina Bay Sands, se ve toda la isla, desde todos los puntos impensados y en ángulo considerables desde el cual se pueden apreciar varias cosas.
Por un lado, que Singapur es un país, que si bien podría verse como una simple isla, mueve un número impensado de comercio mundial, aéreo, terrestre y marítimo, el puerto con más de 100 barcos, al menos los que pude contar, esperado atracar para descargar los contenedores en el puerto, crean una visión totalmente industrial y una idea de la magnitud de mercado que llega de todas partes de oriente hasta esta isla donde se mueven gigantescos negocios.

Girando un poco la visión, una parte que de solo pensar en estar ahí, me siento un humano miniatura, y donde seguramente se moverán todos los negocios del mundo, un complejo de solo gigantescos edificios, todos con figuras, formas diferentes, unos mas altos que otros; incluso ahora que lo pienso, y que doy un vistazo más desde el piso 56, hay una ausencia considerable de lo que en occidente le llamamos casas, y aunque seguro hay, los edificio las opacan por completo.

El calor no fue impedimento para dar un vistazo más y ver que más de 5 aviones aterrizan o despegan por minuto, también el observar las autopistas desde arriba, me dio la idea de movilidad más ligera que hay concebido, los carros y las personas se movían con buen ritmo sin detenerse, en todos los sentidos y puntos cardinales sobre los cuales no hubiera agua claro está, mientras tanto al otro lado del majestuoso barco que une a las tres torres del Marina Bay Sands, los clientes del hotel, tomaban el sol y nadaban en la piscina interminable, llamada así porque además de estar en la cubierta del fantástico barco, fue diseñada de tal manera que el agua genera la sensación de nunca terminar y esto empatado con la visión del mar de la ciudad, genera un efecto asombroso, que si bien no es novedoso, lo hace sentir a uno en el mismo punto donde el cielo y el mar se unen, como si estuviéramos en uno de los extremos de la tierra pudiendo casi tocar el cielo y sintiendo que estamos entre el mar, a pesar de ser una piscina.
Tomamos un cafe frío para calmar la sed del caluroso día, recordando el exquisito almuerzo que ya para esa hora habíamos digerido, que resulto curioso pero que poco a poco se comienza a volver común. Hace 4 días que no tomo un tenedor para comer y un cuchillo para cortar, los palos chinos se han vuelto bastante efectivos, comunes y sencillos de manejar.

El almuerzo empezó viéndose extraño, paso por verse como un deliciosa sopa llena de muchas cosas y llegó hasta hacerme recordar los dibujos de manga. Para almorzar de una manera típica como lo hacían en el restaurante FOOD REPUBLIC, debíamos primero elegir los ingredientes de nuestro almuerzo, lo más cercano y común que llegué a ver y a poner en mi plato fue un tomate, después de ahí pasaron muchas cosas raras por mis ojos, raíces de flores, flores de loto, huevos, bolas de pan, una que otra semilla y algunas cosas que tomé más por curiosidad; luego cortaban las cosas revolvían, ponían algo de caldo, raíces chinas y ya, sin ningún condimento, una deliciosa sopa, a comer con cuchara y con los palitos chinos. Una gran experiencia asiática que no podía dejar pasar de largo en el diario porque en realidad me marcó.
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